11:47 | Author: Aquiles Brinco
-Hay un encargo de clase A-.

“Clase A”. Solo los criminales más peligrosos requerían la clasificación A. Cierto tipo de criatura también llevaba el estigma de la clase A, y es por un asunto de razas.

Las clases sociales del mundo al que Violet y Alphonse pertenecían estaban marcadas básicamente por las razas. Ambos eran pertenecientes a las altas esferas de poder, y por tanto estaban permitidas las uniones entre ellos. Pero la idea de que una criatura se llegara a mezclar con otra de un origen menos sublime, más humilde, era simplemente inaceptable.

Ahora estaban frente a una de esas criaturas. Sin duda alguna habría más ejecutores tras esa criatura, sobre todo si se trataba de una poderosa.

-¿Alguna pista acerca de lo que buscamos?-.

La tomó de la cintura desde atrás, lo cual no le gustaba para nada porque era como si un desconocido lo hiciera, y siempre tenía las manos frías.

-No te sentí llegar anoche-.

-Alphonse… tenemos trabajo-.

Por otra parte, Alex despertaba de tener uno de esos molestos sueños en que se veía a si mismo acompañado de dos personas que jamás conoció: sus padres.

Solían ser sueños a los que no les prestaba importancia por ser demasiado borrosos, casi como recuerdos de una infancia primera. Pero últimamente se hacían cada vez más recurrentes y menos difusos en las imágenes que se mostraban ante él.

La luz del sol entraba por el cuarto de Alex y Sebastián, su hermano menor. Abrió las cortinas para que la luz terminara de entrar y provocó el siempre problemático despertar de su compañero de vida desde que fueron adoptados.

-Despierta vago-.

-¡Es sábado!... ¿Por qué hay que madrugar en sábado?-.

-¿Madrugar?... son las doce del día-.

La risa de los dos se dejó escuchar hasta el comedor. En general, la vida de Axel era bastante tranquila. Ayudaba a su madre en el negocio los sábados y domingos, era devoto admirador de su padre, camionero de oficio y esforzado líder de la familia, y el resto de la semana se dedicaba a estudiar, pues quería llegar a ser profesional y poder retribuir a sus padres adoptivos el cariño que no tuvo de los reales. El siempre supo que no pertenecía sanguíneamente a esa familia, ni el ni su hermano.

-¡Alex!... teléfono-.

-Voy-.

Del otro lado del teléfono estaba esa voz que siempre le alegraba el día. Sandra, su compañera de clases e inseparable amiga desde hacia unos años.

-¿Cómo llegaste a tu casa?, anoche llamé y tu mami me dijo que no habías llegado y que era tarde… ¿de nuevo tuviste esas caminatas nocturnas sin avisarle a nadie?-.

-¿Me estás llamando la atención?-.

-Yo creo que con la señora Sofía será suficiente, ¿o no?-.

Del fondo de la casa se escuchó la voz de su madre diciendo lo tarde que había llegado.

-¡Huy!... te van a retar- su risa era la siempre fresca muestra de su entusiasmo de siempre –tienes que cuidarte amigo, por favor no abuses de tu suerte, ¿ya?-.

-Bueno- Alex le regaló un suspiro y después preguntó -¿Me llamaste para retarme por pasear de noche?-.

La llamada de Sandra era para informarle acerca del sistema de becas al cual se estaban postulando para el siguiente año ingresar a la educación superior.
Del otro lado de la capital, Violet recibía una noticia que sin duda le traía un enorme alivio. Por orden de los superiores, Alphonse debía regresar a su lugar de origen, Gibrans, para recibir instrucciones específicas acerca de la nueva misión encargada. A pesar de que eso era poco común, a Violet le daría unos días de libertad para hacer y deshacer a su antojo.

-Debes estar feliz, me dijeron que debía ir solo mientras tú hacías indagaciones de la situación actual… procura no haraganear demasiado-.

-Vaya tranquilo… aproveche de descansar de mí-.

Para Alphonse, ir y venir a Gaia no era trabajo difícil. Era suficiente hacer los sellos correctos, y él los conocía bien.

-Adiós-.

Comenzó la sobrevida mas sencilla, ahora que no tenia un marido y superior que le estuviera diciendo como hacer las cosas, alguien a quien pedirle perdón a cada instante.

Ese día estaba bello para salir. Con las nubes tapando el sol, no era necesario bañarse en bloqueador solar antes de salir de la casa. Y no se derretiría por salir con la luz del sol. Eso era un mito hollywoodense.

Se dio un baño con agua bien caliente previo de salir de su departamento. Estuvo al menos media hora bajo el chorro de agua caliente, quemándose, dejando su blanca piel de color rojo. Era como una suerte de terapia con agua caliente. Cualquier cosa que tuviera que ver con agua resultaba curiosamente gratificante. Quizá porque uno de los pocos recuerdos de infancia que aun conservaba tenia que ver con un día de lluvia.

Al salir tuvo uno de esos deja vu que consistían en escenas vivas de ese sueño recurrente y muy grato de la niña y el desconocido de mirada gentil.

Salió de la ducha completamente roja, esperando que eso la ayudara a recuperar algo de dignidad. Nada. Su marido se la llevó con él.

Sin embargo había algo en esos días que la estaba manteniendo en pie. La conversación con aquel humano le había brindado una nueva visión sobre la raza que llevaba, según su propia visión, a Gaia a la destrucción. Este era especial. Le inspiraba confianza, cosa curiosa, ya que desde que volvió nadie nunca se la inspiró.
El sol estaba a medio camino de irse de ese día, pero ella ya estaba en la calle intentando poner en algo de orden su cabeza, y de paso tratar de encontrar alguna presencia que ameritara una orden de ejecución de clase A. No había sentido algo como una energía demasiado poderosa como para sentirse amenazada, lo que dejaba abierta la posibilidad de que estuviera en presencia de un hibrido que intentó escapar del estigma de serlo en su tierra de origen.

En su caminata sin rumbo encontró un lugar especial. Una tienda de antigüedades a la que no había entrado antes. Usualmente habían cosas en esa ciudad que le llamaban la atención, pero no podía dedicarse a “perder el tiempo” en esas trivialidades. La mayor parte del tiempo estaba trabajando, o pidiendo perdón por algo. Pero ahora que estaría sola unos días podía aprovecharlos de sentirse libre de perder todo el tiempo que quisiera.

En esa tienda se encontraría con algunas cosas interesantes, como el humano de mirada familiar con quien charló un largo rato la noche anterior. Pero ahora no estaba solo.

Al verla, Sandra le tomó la mano a Alex y le susurró que no le daba confianza. El apeló a conocerla, de ser ella la mujer a la que había conocido la noche en que llego tarde a su casa. Violet lo miró con una sonrisa que pocas veces el había sentido. Le provocaba la sensación de no ser la primera vez que estaba en frente de ella. Y no se trataba de la noche anterior. Era mucho más que eso. Su olor, ahora podía sentirlo, era muy familiar, casi relajante. Y su aura también.

No se trataba de que pudiera ver su aura, simplemente le provocaba la sensación de paz que solo le daba su madre. Obviamente conservando las proporciones, ya que Violet se veía mucho más joven que su madre Sofía.

-Mira donde nos vinimos a encontrar-.

-¿Cómo se ha sentido hoy?-.

-Mucho mejor, gracias- sintió que la joven que lo acompañaba la miraba con extraña desconfianza. Era casi como si supiera lo que era ella.

-Ella es una amiga… Sandra… ella es la señora Violet-.

-Buenas tardes… Alex, nosotros nos íbamos, ¿cierto? -.

El joven reclamó ya que estaba ahí en busca de alguna cosa “nueva” de steampunk en ese lugar. No pudo, porque su amiga Sandra lo tomo del brazo y se lo llevó casi por la fuerza.

-¡Adiós!...- se despidió por obligación.

Violet no alcanzó siquiera a hacer el gesto de despedida pues ya estaba fuera de su alcance visual cuando reaccionó. De alguna manera entendía la reacción de la joven, que de alguna manera estaba escapando de un depredador reprimido, pero sentía que ella sabía algo más que solo instinto.

Se volcó a buscar alguna baratija y no tuvo que buscar demasiado para encontrar un cráneo de animal adornado al estilo que buscara Alex, y recordó la conversación en la que le contaba cuanto admiraba ese estilo, así que decidió comprarlo de manera impulsiva. No había planes de regalarle ese objeto al humano aquel, ni tampoco le había fascinado a ella, pero la descripción del anciano que la atendió le hizo decidir por meter su mano al bolsillo y tener un acto de consumismo extremo.
“Cráneo de lobo steampunk” decía la boleta. Eso la llevo a comprarlo.
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