18:40 | Author: Aquiles Brinco
El sirviente recorría con rapidez los pasillos del enorme palacio. No era sencillo caminar sin tropezar con las condiciones de luz que había a esas horas de la madrugada.

El candelero llevaba tres velas cuyas llamas bailaban peligrosamente cerca de apagarse. La peluca era de un material altamente inflamable, así que debía tener mucho cuidado con no encenderse la cabeza.

El palacio de la familia Borealens se encontraba cerca de un río poco caudaloso, y era el centro noble de la ciudad de Gibrans, al norte de la capital y no mucho menos industrializada. La construcción tenía cinco torres, cuatro de las cuales se ubicaban en las esquinas, rodeando a la torre central, elevándose por sobre ellas con casi el doble de su altura.

Su entrada principal, de casi cinco metros de alto, de madera centenaria, estaba siempre abierta, debido a que eran tiempos de paz. Pero la noche traería un invitado inesperado que entregaría importantes y peligrosas noticias para el señor del castillo.

Se trataba de su hija. De su hija y su nieto.

Del otro lado del portal, las cosas no estaban mucho mejor.

Violet despertaba una vez más viéndose a si misma en condiciones de salir corriendo. Alphonse la estaba mirando con su expresión de siempre. Al alzar su mano hacia ella, ella se puso aun más tensa de lo que había despertado.

-Es como si no te gustara que te toque tu marido-.

Ella prefirió no responder esa pregunta. Desde que despertó que nada le agradaba, así que todo debía ser producto del tratamiento aun.

Un día, tres años atrás, despertó de un ataque de lycans pertenecientes a una tribu conocedora de más de un conjuro de fertret (“veneno”) en una jornada llena de nada. Pocos recuerdos había en su mente acerca de su vida antes de ese ataque. Solo sabia que los lobos eran criaturas peligrosas, y que estaban siendo cazadas y llevadas a la extinción en Gaia, y si alguna lograba pasar al otro mundo, debía ser ejecutada.
Pero había cosas de su vida que parecían no serlo. Empezando por su marido Alphonse, un gerkeret (una clase de demonio vampiro, de clase mística), de enorme poder y conocimiento en artes oscuras, pero de una mirada poco amable para su opinión. Jamás le gustó como la miraba, le daba desconfianza, pero sobre todo, miedo. Sus ojos le inspiraban miedo.

-Perdón-.

La noche estaba oscura y lluviosa. No había señales de que hubiera algún claro de luna, y mucho menos que fuera a dejar de llover pronto. A Alphonse no le gustaban los días lluviosos, sobre todo porque el agua del mundo de los hombres le quemaba por ser un elemento contrario a su esencia: el fuego.

Por el contrario, para su mujer, algo tenían ese tipo de días que la ponían a suspirar y una marcada tendencia a traer a su cabeza recuerdos dispersos de una vida que no reconoce como suya.

-¿Vas a salir?-.

-Si-.

-Vuelve pronto-.

-Bueno-.

Violet se vistió con su ropa más “de gente”, como la llamaba su pareja, incluyendo un paraguas que dejaría tirado en alguna esquina mas tarde, porque siempre necesitaba sentir el agua en su cara, mojándole el cuello, limpiándole lo que quedara de alma.

Al descender las escaleras del edificio donde habitaban, Violet tuvo la sensación de que las cosas del otro lado estaban bastante agitadas. Quizá algún acontecimiento político o bélico a punto de desatarse. El mareo que le vino la devolvió a la realidad. Quizá desde el otro lado alguien había estado tratando de alertarla de lo que estaba a punto de ocurrir, pero el mensaje era poco claro.

Al volver en si, noto la presencia de su vecino asesino. Ella no podía decirle nada, pero conocía su negocio, y la única razón por la que no lo ejecutaba a él era porque dentro de todo, su labor era en parte limpiar este cochino mundo de algunas escorias. Renato era su nombre y tenía un aura claramente demoniaca, pero no era como su esposo, él era un humano que había adquirido ciertas habilidades a costa de otro demonio. Se cruzaron, pero el venia con la mirada perdida. Su alma estaba cada día más consumida por el poder que de seguro no alcanzaba a comprender del todo. Era como si solo tuviese un tercio de su esencia y los otros dos estuvieran dispersos en alguna parte del mundo.

Le daba pena. Era casi un niño y no tenia futuro alguno. Se había condenado por querer ser héroe.

Al llegar a la salida del edificio, Violet se dio cuenta que el aire estaba mucho mas respirable que en su casa, así que realmente no sabia si volvería pronto a su encierro. Ni siquiera abrió el molesto paraguas, simplemente lo dejo con el conserje, abrochó su abrigo largo, y salió a caminar sin rumbo fijo.

La lluvia había menguado en parte al menos, pero rastros de la luna no había cerca. Sin embargo había algo más interesante. Había una sensación de libertad entregada por la noche y la lluvia suave que pocas veces había sentido desde que casi muere bajo las garras de un lobo.

Tenía hambre. Últimamente siempre tenía hambre. Era como si hubieran pasado muchos años sin probar bocado. Al menos tres años. Pero realmente no le llamaba la atención cazar desde que recobró la vida. Y tampoco le estaba permitido cazar.

Llegó a poco de andar a una plaza pública, y al respirar hondo tuvo que afirmarse de un faro pues una vez mas estaba pasando por uno de esos molestos momentos de mareo extremo. Estuvo a punto de llevársela al suelo, pues el mundo le daba vueltas agresivamente, pero unas manos la sujetaron en su viaje a la tierra.

-¿Se encuentra bien?-.

Instintivamente ella se volteó en el aire como un gato, quedando a medio caer y afirmada del improvisado pilar. Cerró los dedos con fuerza, y de haber tenido uñas más grandes, las habría clavado en la ropa del joven que la miraba con miedo por su estado de salud y un inminente desmayo.

Cuando Violet se dio cuenta de sus condiciones, notó que su rostro estaba rozando el de aquella desconocida persona, pero su sorpresa fue mayor al encontrar su mirada, la mirada que le llamó la atención en la persecución de ese día.

Volviendo al otro lado de la Puerta, el señor de la casa Borealens, recibía a un mensajero de la institución encargada de vigilar el tránsito de criaturas de un mundo al otro, ya que si era de carácter urgente, y no podía esperar entonces de seguro se trataba de su hija y su nieto.

Mientras Violet podía mantenerse de pie por si misma, se preguntaba a si misma que hacia conversando de la vida con un humano que tenia una mirada familiar.

-Por cierto, ¿cuál es tu nombre?-.

-Me llamo Alex… bueno, Alexander Bascur ¿y usted?-.

-Soy Violet… Violet Borealens…-.
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